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lunes, 30 de mayo de 2011

Querido tú...

Creo que es el momento de empezar a hablarte con palabras que, por una vez, entiendas.
Ya no soy la niña pequeña de hace años ni la adolescente enrabietada de la semana pasada.
He cambiado mi color de pelo y me estoy dejando largas las uñas. Dentro de poco entraré a quirófano y me arrancarán el corazón. Ya ves, he pensado que igual no lo necesito tanto.


Pero ¿y tú? ¿Has cambiado? ¿Sigues golpeando el balón con la pierna izquierda y escribiendo de arriba a abajo con faltas de ortografía de b y v?
Te dije que "adiós" no llevaba h intercalada, pero tú la pusiste entre la d y la i e insonorizaste la palabra.
Nada.
Sólo silencio.


Dentro de un mes voy a seguir cambiando. Ahora estoy centrada en otras cosas. Ya sabes, olvidarte me lleva mucho tiempo; tengo los libros de acción acumulados en la estantería y las películas gore aún envueltas en papel de regalo.
Pero creo que, de alguna forma, merecerá la pena todo este esfuerzo inútil por no recordar tu imagen y su imagen abrazados a la salida de la facultad, o las caricias muertas junto a besos voraces, o tus mensajes bajo mi almohada y mis sueños de futuros imposibles.
Todo y nada recuerdo, porque todo y nada ha sido.


Pero aquí sigo, mi amor: anclada en la memoria y en sus arias añejas. Siempre fue Historia mi fuerte, no entiendo por qué demonios me decidí por Química. Después de todo, tanto protón y electrón y fuerzas que se atraen y se repelen alimentan las gana de atreverme, y olvidarte queda cada vez más lejos...

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