La mejor sensación del mundo.

Llegue a mi habitación y tiré la mochila llena de libros al suelo. Me desplomé sobre la silla mientras una lágrima se precipitaba de uno de mis ojos. Noté como la lágrima recorría el rostro y pude ver como al terminar de cruzar mi cara se estampó contra el frío suelo. Miré por la ventana, hacía un día soleado. Cerré los ojos y recordé lo absurdo que era esa situación. Me acordé de él. Y de ella. Y de mí cara al verlos juntos. Y me reí. Me reí porque no podía hacer otra cosa que reírme. Me reí por haber sido una imbécil durante tanto tiempo y no haberme dado cuenta. Me reí porque llorar no merece la pena por alguien que no llorará por ti. Y miré mi cara de loca en el espejo. Y volví a reír con más fuerza. me lancé sobre la cama y me tapé la cara contra la almohada intentando terminar el aire para poder quitarme esa risa estúpida de encima. Pero no pude. Y seguí riendo durante horas y horas. Y al ver que me reía sola, me reía aún más. Y fue como si el tiempo no se parase. Fue como si el universo se hubiese detenido unos minutos para oír mi risa de idiota. No sé, fue... la mejor sensación del mundo.